"La sexualidad crea momentos de excepcional intensidad y plenitud. Es una experiencia en la que el placer es supremo y nos transporta muy lejos de nuestra vida cotidiana, induciéndonos una suerte de trance, un mundo de sensaciones casi irreales. El espíritu anhela esta clase de experiencias, por lo que es comprensible que el sexo resulte tan irresistible y tentador.
Mucho ocurre durante esta excursión lejos de la vida diaria, ya que el sexo no es vacuo, sino que aporta al alma muchas cosas inencontrables en el quehacer cotidiano, en particular verdades sobre nuestra pareja, sobre nosotros mismos, nuestra relación, nuestra pasión y hasta nuestra propia vida."
"Hacer el amor es un ritual que invita a la diosa del sexo a estar presente. El amor y el afecto que podamos sentir hacia nuestra pareja, los preparativos que realizamos para el acto sexual, y todas las actividades que hacen al encuentro amatorio, están dirigidos a invocar a la ninfa del sexo, así, lo que ocurre entre los amantes está inspirado e insitado por este espíritu. Sin la presencia de la ninfa, el sexo se hace mecánico. Le falta alma, porque ésta requiere que atendamos a los aspectos tanto temporales como eternos. Si abandonamos la dimensión vertical, nuestros sentimientos profundos y nuestras elevadas aspiraciones - en cualquier actividad, incluso el sexo - abandonamos el alma y quedamos con una experiencia funcional que puede resultar hueca."
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