A quién no le ha pasado que anda detrás de una
persona que no merece ni la hora, que no merece
ni el peor de los insultos, porque simplemente no es,
eso, no es. No es quien merece lo que uno es ni lo que está
dispuesto a entregar,
no es quien lo va a hacer feliz a uno y de hecho está muy lejos de serlo,
porque si uno tiene que mendigar algo, eso seguramente no puede ser amor.
Las personas vienen y van, y uno no se puede andar entregando por completo
ni arrastrando por recibir algo que merece,
pero que seguramente esa persona no se lo puede dar.
Hay amores pasionales, en los que uno se entrega muchas veces
más en cuerpo que en alma, o viceversa, pero siempre lo termina entregando
todo, a costa de qué, a costa de aprender,
porque es lo único que se hace, aprender que uno no tiene por qué andar
repartiéndolo por ahí, me refiero al corazón, claro está.
El amor no se mendiga por una simple y sencilla razón,
como decía mi querida abuela: porque
“cada arepa tiene su tiesto”. La persona que llega para la vida, es, eso,
ES. No hay otra persona que pueda llenar el espacio que podría llegar a llenar ella.
Tal vez parezca una idea demasiado idealista,
pero yo sí creo que uno tiene esa persona que lo haga feliz,
puede estar predestinado, puede que llegue por azares
del destino, pero tarde o temprano le llega.
Esa es la esperanza que no se puede desvanecer,
porque muchos dejan de creer ante cada caída.
Pero no se preocupe, como ya le dije en un artículo
pasado: “Al que le van a dar le guardan”; no se afane,
no se arrastre, no mendigue, no suplique.
Cangrejo Pérez
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