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A los 12 años, la Princesa Isabel de Inglaterra hizo una confesión premonitoria a su profesor de equitación: «Si no fuera a ser reina, me gustaría vivir en el campo con muchos caballos y perros». Cuando nació la primera hija de quien sería el Rey Jorge VI, el 21 de abril de 1926 a las dos de la madrugada, el destino parecía perdonarle la vida. Era la tercera en la sucesión al trono de su abuelo, Jorge V, y las leyes dinásticas determinaban que reinarían su tío Eduardo, y después sus hijos. Sin embargo, Eduardo VIII abdicó por el amor de una estadounidense divorciada y, con solo 11 años, la princesa que soñaba con los caballos se convirtió en la heredera directa al trono de Inglaterra, una vez su padre —el inolvidable «Bertie» de «El discurso del Rey»— llegó al trono.
Hoy día, Isabel II es un recordatorio andante de la unión británica. «Nos aporta un vínculo tangible con los años de la posguerra, una conexión con la Historia que ningún presidente o primer ministro podría darnos,
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