Ni feromonas, ni primavera, ni lo que comúnmente denominamos "química", investigadores médicos israelíes aseguran que el origen de la atracción sexual que sentimos por otra persona responde en realidad a una impronta genética presente en los dos miembros de la pareja. A esa conclusión han llegado tras un estudio desarrollado en el Laboratorio de Análisis Genético del Hospital Beilinson, cerca de Tel Aviv, y recientemente publicado por la prestigiosa American Journal of Reproductive Immunology.
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