Imagina una grieta en una presa. Acabará provocando una enorme fuga, ya sea por la cantidad y presión del agua o por deficiencias en su estructura. Como las presas, sufrimos estrés cuando el desafío al que nos enfrentamos nos parece demasiado o cuando no nos sentimos preparados para afrontarlo. Sin embargo, a diferencia de la presa, somos flexibles, ilimitados y nos adaptamos, lo que determina cómo de estresados nos sentimos es cómo elegimos afrontar los retos. Sigue estas tres sencillas formas de reducir la cantidad de estrés de tu vida:
1. Vuelve a plantearte el problema
Los desafíos son importantes en la vida porque nos mantienen motivados y vitales. Por eso no queremos vivir una vida ajena a desafíos, pero pensar y actuar de manera diferente cuando estamos ante ellos puede ayudarnos a reducir el estrés. Tienes que aceptar que la tarea es lo que es: intentar ignorarlo o darle menos importancia será inútil. Sin embargo, hay algunas maneras para abordar los retos sin altas dosis de estrés: afrontarlo solo no es más heroico, así que cuenta con pedir ayuda. Identifica cuándo no vas a poder cumplir un plazo, y renegocia la fecha. Esto te hará sentir más control y es una reacción de lo más lógica que te ayudará a largo plazo. Convierte a ese reto en retos más pequeños, divídelo en partes de manera que puedas ir consiguiendo logros poco a poco. Aunque no reducirá su peso general, te dará una perspectiva más asequible del problema.
2. Incrementa tus medios
Hay una diferencia clara entre medios reales y medios percibidos. Los reales son los que tienes para solucionar el problema: tus habilidades, conocimientos, dinero, mano de obra. Si tienes que hacer algo sin los medios reales suficientes, aparecerá el estrés. Haz una lista de lo que necesitas y prepárate para conseguirlo. Compra libros, haz cursos, recauda fondos, busca consejo, etc. Los medios percibidos son, básicamente, lo capaz que crees que eres de conseguirlo. Imagina que te promocionan en el trabajo, y que todo el mundo piensa que estás preparado menos tú. Es comprensible: se trata de un cambio, te afectará y no tienes certezas al respecto. Todos estos elementos incrementan tu nivel de estrés. También puede que tengas el desagradable presentimiento de que todo acabará en fracaso. Todo el mundo será consciente de lo que tú ya sabías, que en realidad no podías hacerlo. Puede, también, que generalices, y que justifiques tu pensamiento en un fracaso del pasado. Si ya pasó una vez, está condenado a repetirse. Para evitar esto o acabar con ese pensamiento recapitula sobre todas las experiencias positivas que has tenido otras veces que te creías superado, y permítete a ti mismo cierto margen de error. Equivocarse es humano.
3. Deja que fluya
De ese fluir forma parte el sentirte capaz y con las necesidades suficientes para afrontar y superar el desafío. Los niños lo hacen con total naturalidad. Es lo opuesto y un gran antídoto para el estrés. Sucederá cuando te sientas desafiado y el desafío te haga feliz. En esa situación sientes energía y éxito. Para lograr alcanzar ese estado deja todo y atiende sólo una cosa en cada momento. Pon toda tu energía en esa tarea, haz que sea importante para ti y acaba con las interrupciones mentales (momentos de despiste). Pero sólo conseguirás sentirte así a base de intentarlo.
Por último, la próxima vez que te creas superado, recuerda que eres capaz de adaptarte. Tienes la opción de replantearte tu actitud y la situación a la que te enfrentas.
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