No es lo importante lo que uno hace, sino cómo lo hace,
cuánto amor, sinceridad y fe ponemos en lo que realizamos.
Cada trabajo es importante, y lo que yo hago, no lo
puedes hacer tú, de la misma manera que yo no
puedo hacer lo que tú haces.
Pero cada uno de nosotros hace lo que Dios le encomendó.
Sólo siendo sinceros y trabajando con Dios, poniendo
en ello toda nuestra alma, podremos llevar la salvación a los demás.
Pero para ello es necesario que no perdamos nuestro
tiempo mirando y deseando hacer lo que hacen los demás.
No es tanto lo que hacemos cuanto el amor que ponemos
en lo que hacemos lo que agrada a Dios. Mientras el trabajo
sea más repugnante, mayor ha de ser nuestra fe y más
alegre nuestra devoción.
No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad
para descansar. A veces sentimos que lo que hacemos
es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería
menos si le faltara una gota..