Algún día sabrás que tu nombre nunca murió en mis labios,
lo convertí en la plegaria
que sin cesar pronuncio cada noche.
Algún día lo sabrás.
Que mis manos no dejaron de soñarte desnuda,
ni mis ojos de esconderte tras los párpados.
Sabrás que hice de tus recuerdos mi altar
donde arrodillo la escasa pureza de mi alma.
Juan Cabello
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