Todo lo que brindamos vuelve a nosotros. En muchos casos, aumentado.
Ser cordial, además de evidenciar educación y de ser una buena costumbre, estimula a los demás a actuar de igual modo hacia nosotros y, por consiguiente, tenemos más posibilidades de recibir lo mismo: palabras agradables, consideración y, por qué no, hasta buenos deseos.
Para mí, la cordialidad incluye el saludo, demostrar gratitud y usar “por favor” al pedir algo, ya que surten el mismo efecto benéfico en el otro (¡y en nosotros mismos!).
Yo soy la típica vecina que saluda o sonríe a los demás vecinos al cruzármelos y agradezco cuando me dejan pasar primero. No cosecharé igual cantidad de respuestas, pero seguramente son muchas más que si me quedara con la boca callada. Y yo me siento bien de hacerlo, porque estoy convencida de que si más personas lo practicaran, distinta sería la energía predominante que encontraríamos en la calle y en otros lugares.
Hay ciertas ocasiones en las que podemos llegar a omitir ser cordiales cada vez que se producen, en especial cuando damos por sentado que el otro tiene la obligación de hacer algo por nosotros (porque le pagamos, porque es nuestro subordinado en el trabajo o porque es nuestra pareja, hijo/a u otra persona muy cercana).
En estos casos, unas simples palabras o una sonrisa pueden cambiar todo el panorama.
. Tratar cordialmente a los demás derriba muros.
. Les mejora el ánimo.
. Los predispone a realizar sus tareas con más ganas, lo que augura mayor voluntad y un mejor desempeño.
. Permite que se respire un clima más distendido.
. Influye positivamente tanto en el hecho puntual como en futuros eventos similares.
Entonces, te propongo que esta semana, tanto en el entorno laboral, con tu pareja, con otra gente cercana/lejana o con quien entres en contacto ocasionalmente, añadas a tu interacción “buenos días”, “por favor”, “gracias” o una sonrisa.
De la red
Dolly