–Nuestra abadía ya no puede ofrecer pensión a los extraños, como hacíamos cuando éramos más prósperos, porque ya nadie hace ofrendas para nuestra obra.
–No me sorprende, dijo el anciano. Creo que se debe a que echaron a dos de los más importantes habitantes del monasterio.
–No recuerdo que jamás hayamos hecho eso, respondió el abad desconcertado.
–Sí que lo hicieron, replicó el anciano.
–Eran gemelos: uno se llamaba Dad y el otro Se os dará. Como echaron a Dad, Se os dará decidió irse también.