Todos queremos ser buenas personas. No conozco a nadie que no quiera. Es una tendencia natural en los seres humanos. Unos la potencian, otros la inhiben, pero ahí está acompañándonos en todas nuestras acciones.
Cuando tenía 25 años, me consideraba un santito. Iba por el mundo haciendo buenas obras pensando que, de esa manera, la vida me iría mejor. Ahora tengo 33 y, aunque no me considero un mal tipo, esa tendencia a ser la Madre Teresa de Calculta en versión macho se ha visto frenada considerablemente. En una altura de mi vida, si quería que mi paso por este mundo fuese un poco más llevadero, tuve que modificar mis principios. Ir de bueno por la vida no me resultó una actitud práctica ni inteligente.
Gracias a ese frenazo, pude pararme a analizar qué significa ser buena persona.
La bondad es una cualidad, pero me parece que está totalmente malinterpretada. Muchas veces confundimos la bondad con la debilidad emocional. Si tragas, eres bueno. Si no tragas, eres malo. Tachamos al que se preocupa de defenderse a sí mismo como egoísta. Parece que la única forma de ser buena persona es ayudando a los demás y siendo generoso. Eso es importante, está claro. Pero ¿es lo único?
No. No es lo único.
¿Qué significa ser buena persona?
Desde mi punto de vista, ser buena persona significa hacer lo que sea por brillar uno mismo, haciendo que los demás también brillen. No nos olvidemos que formamos parte de un Ser más grande, que brilla si todas sus células brillan. Mi rasero para medir la bondad es la siguiente pregunta: “Esta acción que estoy llevando a cabo o esta actitud que estoy teniendo, ¿cómo hace brillar al Ser más grande del que formo parte? ¿Estoy favoreciendo que sus células brillen más? ¿O, por el contrario, mi actitud dificulta el brillo de alguna de las células de ese Gran Ser?”
Si brillas, pero a costa de los demás, ¿eres buena persona? No. Cumples la mitad del trato. Una célula brilla mucho, pero las de al lado se oscurecen.
Si haces que los demás brillen, pero tú no brillas porque te vacías en ellos, ¿eres buena persona? No. Aquí también cumples la mitad del trato. Las células de tu lado brillan, pero tú no lo haces.
Ser buena persona
¿Cómo es una buena persona?
Una buena persona aleja de su vida a aquel que le impide brillar.
Una buena persona es consciente de cómo se siente con cada cosa que hace. Por tanto, es responsable de su propio brillo. Escoge aquellas cosas que le hacen brillar y sentirse bien, y desecha aquellas que le oscurecen.
Una buena persona, como es consciente de sí misma, tiene la capacidad de ser consciente de lo que sienten los demás. Es responsable, por tanto, del brillo del otro. Escoge actitudes y acciones que hagan al otro sentirse bien y que fomenten su brillo natural, sin olvidarse de su propio brillo.
Una buena persona sabe que la única manera de poder brillar plenamente es eliminar las zonas oscuras. Fomentar nuestras zonas oscuras y las de los demás no nos hace buenas personas. Por eso, hay veces que una buena persona tiene que bajar al sótano y poner orden en aquello que está desordenado, aunque no sea agradable. Si sabes que el otro tiene el sótano manga por hombro y no se es consciente de ello, ¿serías buena persona si no se lo mostrases?
Sea como fuere, La bondad es una elección. Puedes escoger ser buena persona o no serlo. Nadie, ni el mismísimo Dios, va a juzgar lo que escojas. Le importa más que el Ser del que formas parte funcione. Y puesto que es una elección es una capacidad que se puede trabajar.
Mi máximo objetivo día tras día es hacerme brillar y hacer brillar a los de mi entorno. A veces no lo consigo, pero otras muchas sí. Es una cuestión de constancia.
Bobby Diaz
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