Ayer fue 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, una fecha en la que en un
buen puñado de lugares se aprovecha para gastar todo tipo de bromas conocidas como inocentadas.
Pero en el post de hoy no me voy a detener en esa festividad (de la que ya os he
hablado en otros post) sino sobre el curioso origen etimológico del término ‘broma’
y cómo terminó siendo usado para describir el acto de enredar a alguien con el
propósito de echarse unas risas y a modo de diversión.
La palabra ‘broma’ proviene del nombre de un molusco marino invasor que se adhería
en la base de los barcos antiguos, que estaban hechos de madera, e iba carcomiéndolos lentamente.
La broma, también conocida como teredón, teredo o taraza, es minúscula y al adherirse
a la madera apenas mide un cuarto de milímetro pero en cuestión de unas pocas
semanas puede llegar a medir diez centímetros. Posee unos minúsculos dientes que
son capaces de roer todo tipo de madera, realizando complejos túneles que acaba
destruyendo toda la estructura por la que ha ido carcomiendo.
En la antigüedad, este hecho apesadumbraba a los marinos y propietarios de las
embarcaciones afectadas, por lo que lo consideraban algo muy pesado que les
había ocurrido. Con el tiempo se aplicó el termino broma para cualquier acto que
abrumase al afectado, llegando hasta nuestros días tal y como conocemos la
definición de la palabra broma.
Alfred López
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