La música como terapia
Se ha demostrado que la música que nos agrada puede darnos lugar a una sensación de bienestar, por medio de compuestos químicos que se liberan en nuestro ser. La música que nos gusta y agrada puede darnos sensación de bienestar y un mejor estado de ánimo, relacionado con los niveles de dopamina que se incrementan en un 9% cuando escuchamos algo que nos agrada, según resultados de este estudio.
La dopamina es una sustancia que influye en la cognición y el comportamiento, al variar en ese porcentaje con la música agradable hace que nos sintamos mejor en varios sentidos, influyendo en el humor y el bienestar. No sólo con la música varían los niveles de dopamina, para que nos hagamos una idea el enamoramiento también influye en los niveles de dopamina, lo que podemos decir que la buena música al igual que el enamoramiento nos produce sensación de bienestar y un cambio del humor.
Afecta no sólo al humor sino también a la imaginación, memoria, atención, concentración y muchas otras cosas. De hecho, hace un tiempo se demostró que escuchar media hora diaria de música serviría como relajante mental y con muchos más beneficios, teniendo en cuenta el ritmo, el volumen y el tipo de música; ayudando también a la salud cardiovascular.
Por la contra, escuchar música que no agrada puede crear los efectos contrarios, por la misma razón, de manera que si escuchamos música que no nos gusta el humor puede tender a empeorar, produciendo justo los efectos contrarios.
Es conocida la función de la música desde hace años como herramienta de sanación, y de hecho la tradición ya marcaba una influencia directa o indirecta de las vibraciones acústicas sobre el organismo, pero no había prueba científica. Los curanderos primitivos, los chamanes y los sanadores del mundo entero sanaban con sus instrumentos y sus cánticos en una frecuencia que hacia revivir a las células de su ostracismo.
Desde el siglo pasado sobre los años 30 se viene realizando todo tipo de experimentos del sonido sobre objetos y entre ellos el cuerpo humano. De hecho, hace ya tiempo que la ciencia ha comprobado los efectos que sobre diferentes ondas cerebrales produce una determinada música, consiguiendo sensaciones de tranquilidad, capacidad de concentración o creando la necesidad de la acción.
Las formas y figuras que pueden ser creadas mediante el sonido son infinitas y pueden ser variadas simplemente cambiando el tono, la armónica y el material que vibra. Los sonidos vibrantes forman patrones y crean campos de energía de resonancia y movimiento en el espacio circundante. Nosotros absorbemos estas energías y ellas sutilmente alteran nuestra respiración, pulso, presión arterial, tensión muscular, temperatura de la piel y otros patrones rítmicos internos.
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