Tan poco sugerente como el eco, como el hermetismo estético, cual el temblor innominado que recuerda un origen venturoso y un final catastrófico, así es mi terrible concepción de la humanidad agitada que no sabe encontrar el punto donde todo se resuelve sin lucha. Hay urgencia expresiva en el dinámico universo, sonidos que desde tiempo inmemorial recorren veloces su manifestación, su ansia de crear modos y mundos. No existen placeres prohibidos allá donde los ruidosos átomos levantan polvaredas de animación, vibrando con improvisada gracia. ¿Quién soy yo, poeta en niebla, para empobrecer un ámbito que escapa a mi lucidez, que convierte en vistosas luces su voluptuosa y tremenda explosión? ¿Dónde se halla la belleza más pura sino en la explosión de estrellas, exultando la luz universal? En medio de tribulaciones, de valores reconocidos que, ahora, en picado se precipitan, de un marasmo pleno de fatuidad, ¿qué himno puede componerse a la vida superior a la esencia universal? La guerra es nuestra huella, nuestra estela mundanal, y la perdición… nuestra negra estampa. Dejadme al menos, líderes, poderes oscuros, abominables sombras, un buen libro para la emoción, que a nuestros vapuleados espíritus llene de serenidad, amor y templanza. Por cierto: ¿no os parece la de la foto una hímnica escena?
Juan-José Reyes Ríos Extracto del poemario “Fábula y poesía
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