Cuando decimos que “la naturaleza es sabia”, estamos implicando que hay algún tipo de inteligencia y un proyecto detrás de lo que existe en el mundo natural. Y sin embargo, hay otras posibilidades, como nos mostraron Charles Darwin y Alfred Russell Wallace en la segunda mitad del siglo XIX.
La alternativa que postularon es una de las ideas más sorprendentes de la ciencia: la selección natural. Gracias a este mecanismo (con todo lo que la palabra “mecanismo” implica: ceguera, falta de inteligencia y de proyecto), hoy sabemos que es posible que, a partir de una gran diversidad y variación heredable, surjan en la naturaleza sistemas de una gran complejidad y adaptación sin necesidad de que haya una inteligencia que los diseñe conscientemente.
En resumen, podemos decir que no es que la naturaleza sea muy sabia: lo que pasa es que el mecanismo ciego de la selección natural funciona muy, pero muy bien.
Martín Bonfil Olivera
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