“A menudo se supone que el progreso depende de la capacidad del hombre para conquistar la naturaleza. En realidad, hay necesidades biológicas y afectivas del hombre que le exigen, no una victoria sobre la naturaleza, sino más bien una colaboración armónica con las fuerzas de ésta”. René Dubos
Desde épocas remotas, el hombre experimentó una relación con la Naturaleza conforme a las necesidades que tuvo que satisfacer en cada momento determinado de la historia. Desde la Era Primitiva hasta la Revolución Industrial, el impacto de las actividades humanas en el ambiente natural no generó mayores inconvenientes en el equilibrio ecológico del planeta porque sólo se consumía lo que se necesitaba.
A partir de la Revolución Industrial hasta nuestros días, la huella humana del consumo excesivo transformó y desequilibró todos los niveles de la Naturaleza, incluso sin tener en cuenta que nos estábamos perjudicando nosotros mismos. La explotación mineral trajo contaminación ambiental, la tala indiscriminada produjo cambios en el clima y la fauna en todo el mundo está amenazada con especies en peligro de extinción.
El egoísmo humano a estas alturas no nos permite comprender que nosotros mismos estamos en peligro de desaparecer como especie si no modificamos los hábitos destructivos y las malas costumbres que tienen a la Naturaleza misma en jaque. Todos somos responsables de la desconexión que nos lleva a despreocuparnos del planeta y de sus habitantes, que son nuestros hermanos, ignorando que estamos integrados a la misma red del nivel mineral, vegetal y animal, y no podríamos sobrevivir aisladamente.
Estamos a tiempo de remediar el daño causado en todos los niveles, que no sólo no disminuye sino que aumenta proporcionalmente a la desconexión entre nosotros y con la Naturaleza. El remedio eficaz consiste en educarnos en un ambiente compatible con la integralidad del mundo, que nos enseñe a conocer y respetar las leyes que nos rigen y el propósito que cada ser vivo o inerte tiene en este sistema que todos conformamos.
Rescatar los valores de unidad con los que vivieron las generaciones pasadas, adaptarlos en un marco evolucionista -cuyo legado hará que las generaciones futuras no pierdan las esperanzas en nuestra propia naturaleza humana-, puede lograr que eventualmente surja de lo profundo de nuestro ser la necesidad de conectarnos entre nosotros y con la Naturaleza misma para encontrar el equilibrio que todos los habitantes de este planeta, o la gran mayoría, deseamos.