Nacidos como Venus de las ondas
del mar, ¡oh victoriosas criaturas!,
engalanáis la vida cual la mujer,
regalo como ella sois del hombre.
Vuestros largos cabellos van diciendo
el raro parentesco de las aguas
y como la sonrisa por la tierra
lucís la vanidad, cual si supierais
que hombre y mujer os rinden sus amores
con el mismo arrebato. La leyenda
y la historia pobláis con el relincho
grato a la dulce entrega de la vida
y nadie que no sepa de rencores
deja de oír el trote placentero
sin volver a miraros la belleza.
El heleno adoraba entre sus dioses
tu pecho blanco, el árabe con cintas
uncía tu destino a sus placeres
y un joven loco puso su corona
sobre el agreste fuego de tus ojos.
¿Qué pájaro o que flor han despertado
esta humana demencia? Los corceles
dueños son de un encanto misterioso
que nubla el alma y llévala consigo
tras galopantes vértigos al fondo
de la naturaleza. ¡Bellos seres
del brío y la indolencia soberanas!
Cuando os veo pasar sobre tobillos
de marfil, la energía es una gracia,
me digo, y domar los caballos
la tentación del hombre a quien espanta
esa gran libertad.
Juan Gil-Albert