Y me di permiso de soñar, aunque el mundo y la vida se conviertan a veces en monstruos rompe sueños. No sé cuántos de ellos enfrentaré, pero estoy soñando y me he permitido hacerlo.
Y me di permiso de llorar, aunque muchos señalen las lágrimas como debilidad, aunque otros se asombren porque nunca me habían visto hacerlo; lloré y se me limpio el alma, me liberé de un gran peso.
Y me di permiso de creer, de abrir el corazón y confiar, de mirar al cielo y esperar, de no perder la fe, aunque parezca en contra todo lo demás.
Y me di permiso de perder un poco el tiempo, haciendo lo que me gusta, descansando, saliendo de la rutina, divertirme sin mirar el reloj. A veces es necesario permitirse eso.
Y me di permiso de pensar y hacer alguna locura, de esas que se recuerdan con una sonrisa y cuentan una historia que nunca se olvida.
Hay tantas cosas de esta que da miedo permitírselas, que hacerlo implica enfrentar muchas cosas más, que quizás no duren mucho y dejan un vacío, pero que vale la pena el tiempo que sea que existan, porque son parte de lo que es sentirse viva.
Me di permiso para ser feliz...
De la red
Dolly