consejos para mantener una relación sana y una comunicación fluida entre padres e hijos.
Elige el momento y el lugar adecuado:
Intentar mantener una conversación durante la hora de la comida con la televisión encendida mientras
tus hijos tienen la cabeza metida en sus móviles puede resultar complicado. Déjales su espacio, dentro de
tus normas, y habla con ellos en un entorno tranquilo, cuando ellos y tú estén más relajados y la
conversación pueda fluir de manera natural, es en esos momentos donde se debe aprovechar
para hablar de esos temas que pueden incomodar, muchas veces.
Nunca generalices y mantén una postura propositiva
Comentarios como “siempre te portas mal” no van a ayudar a tu hijo a comportarse mejor. De hecho
pueden llegar a confundirlo, porque realmente ambas partes saben que no siempre lo hace. ´
En este sentido, es mejor establecer relaciones con comportamientos anteriores y
mostrarles una pauta de mejora: “¿has visto lo bien que te sale ahora?”.
No uses etiquetas
El bueno, el malo, el listo, el tonto… calificar a tus hijos por un hecho puntual que ha ocurrido en
el pasado o por cosas que pasan actualmente está totalmente fuera de lugar. Primero
porque estamos acostumbrando a nuestros hijos a que cataloguen con total tranquilidad a
las personas que los rodean y segundo, porque ellos van a asumir el rol que le indican. Presentar a tu hijo como “éste es el travieso” puede ayudarle a reforzar este comportamiento negativo, igual piensa que es lo que se espera de él.
Evita las discusiones frente a ellos
Tus hijos, aunque no lo parezca, están escuchando y en muchos casos reteniendo todo
aquello que hablas con tu pareja. Un simple reproche, por ejemplo, “siempre llegas tarde”
puede dar lugar a comentarios por su parte del tipo “por qué me regañas si mamá/papá hace lo mismo”.
Aprende a escuchar
Si no entiendes bien lo que tus hijos quieren decirte ayudarlos se convertirá en una tarea casi imposible.
No estamos hablando solo de que aprendas algunas palabras de su jerga o de que estés al día
de las actividades que le gustan. Necesitas comprender cuáles son sus necesidades,
que cosas le afectan más que a los demás y cuáles valora.
Se coherente
No te contradigas, si ayer algo que hizo tu hijo te pareció bien y hoy le dices que está mal vas a lograr
confundirlo. En caso de que sea necesario tendrás que explicarle el motivo por el cual la situación ha
cambiado y asegurarte de que lo entiende. Y por supuesto, practica con el ejemplo, es difícil que
tu hijo cambie algo de su comportamiento si tú estás haciéndolo todo el tiempo.
Sin reproches
Empezar una conversación recordando constantemente los errores cometidos no suele acabar bien.
Por el contrario, hablar con tu hijo en una posición inicial de igualdad puede ayudarle a que
sea partícipe de la misma, a que entienda con naturalidad lo
que quieres expresarle y ponga de su parte para solucionarlo.
No tengas prisa
A veces estamos ansiosos por escuchar de la boca de nuestros hijos las palabras que deseamos oír.
Igual ha hecho algo que consideramos inaceptable y queremos una disculpa y arrepentimiento inmediatos.
Pero esto no suele funcionar así. Construye tu argumento de una manera sólida y que la conversación
te lleve a donde quieres ir (o a donde tenga que ir) para que él pueda darse cuenta por sí
mismo de lo que ha hecho y por qué debe evitarlo en el futuro.