Bien sabemos que la Navidad fascina más que otras grandes fiestas de laIglesia. Fascina y asombra porque todos intuyen que el Nacimiento de Jesús tiene quever con las aspiraciones y anhelos más profundos del ser humano. Quizá el consumismopuede distraernos de esta nostalgia interior, pero si en nuestro corazón tenemos eldeseo de acoger a ese Niño que trae la novedad y la Gran Palabra de Dios, que vienepara darnos la vida en plenitud, las luces y los adornos pueden convertirse en un reflejode la Luz encendida en el mundo con la encarnación de Dios.
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