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La vitamina D se conoce como la “vitamina del sol” y es la única vitamina que fabricamos nosotros mismos después de una exposición a los rayos del sol. Una exposición durante diez o quince minutos, a lo largo de tres o cuatro días a la semana nos garantiza unos niveles adecuados de esta vitamina en nuestro organismo. Mientras que si nuestro cuerpo no está suficientemente expuesto a la luz del sol, presentamos deficiencia de esta vitamina y el organismo comienza a mostrar los efectos de su ausencia en forma de fatiga y dolor de las articulaciones puesto que esta vitamina es esencial para el mantenimiento de nuestros huesos y la absorción de calcio.
Las vitaminas son micronutrientes esenciales para el buen funcionamiento y la salud de nuestro organismo. Cada vitamina cumple su trabajo al interactuar con otras y con los nutrientes. Por ello la carencia de una vitamina causa estragos en el organismo.
La vitamina D fortalece los huesos y el sistema inmunitario, reduce los tumores cancerígenos, previene la diabetes de tipo 1 y la esclerosis múltiple, y ayuda en la absorción de calcio y fósforo, entre otras muchas funciones.
La vitamina D es la clave para disponer de una salud ósea fuerte y no nos olvidemos que ésta es la garantía para gozar de una buena salud en general. Por ello se considera que la falta de vitamina D puede ser una de las causas que generan la fatiga crónica, porque la vitamina D está vinculada al mantenimiento de unos buenos niveles de energía en el organismo y es la que ayuda a reducir la fatiga muscular, ¡así que toma esta vitamina y vence la fatiga!
Ya te hemos comentado que una parte de la vitamina D la obtenemos directamente del sol. La otra parte que necesitamos la obtendremos de nuestra alimentación a base de consumir alimentos ricos en vitamina D. Entre ellos encontramos el pescado azul (el pescado crudo tiene más vitamina D que los cocidos y los cortes grasos más que los magros), el aceite de hígado de bacalao, la margarina, la yema de huevo, la leche, los productos lácteos, las semillas de sésamo, las semillas de lino, las almendras, los vegetales de hoja verde, las nueces y las setas, entre otros.
El salmón es el único alimento que por sí solo, llega a cubrir casi nuestras necesidades diarias de vitamina D, y es seguido por las sardinas con un 40% de la aportación diaria que necesita nuestro organismo. Otros pescados que contienen mayor cantidad de vitamina D son el pez gato, la caballa, el atún, la anguila o los arenques.
La vitamina D también se encuentra en alimentos de origen animal aunque en menor medida como es el caso del hígado de vaca o las conservas de atún en aceite.
También podemos obtener esta vitamina de alimentos que aunque no la contienen de forma natural han sido fortificados con ella. En muchos países esto se produce con la leche, la leche de almendras, el yogurt, la margarina, las pastas, los cereales para el desayuno, la bollería y el pan. Podemos consultar las etiquetas del producto antes de adquirirlo para ver si efectivamente están o no fortificados con vitamina D.
Aunque también hay suplementos vitamínicos que se pueden adquirir en farmacia a través de los cuales podrás obtener las vitaminas necesarias, lo ideal es procurar llevar una dieta sana consumiendo una rica variedad de alimentos.
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