Esas ganas tan tuyas de tener sueños y lograr aquello que parece imposible.
Tus palabras dulces, tu cariño impaciente, tu amor que cuando se desborda hace sentir estrellas en el corazón.
La humildad que dejas ver detrás de cada éxito y tu fortaleza en la derrota que también sabes aceptar y estallas convirtiéndote en polvo. Entonces renaces, vuelves con mayor ímpetu y ese polvo se convierte en huracán.
Admiro que aún en tus peores días te permites dar lo mejor de ti, sin importar si te duele el alma comienzas a curar a los demás.
Te levantas cada día, no solo con el pie derecho si no con el corazón al centro, pleno, radiante, con una fe que mueve Universos.
Admiro el tamaño de tu amor, tu compasión, tú sensibilidad, tu locura, tú verdad. Esa verdad en la que confías como un ciego sin miedo al que dirán.
La que te convierte en un ser único y maravillosamente especial.