El ciudadano ecológico considera que hay que ser intolerante con determinadas situaciones,
comportamientos, normas, leyes e incluso con determinadas formas de tolerancia cuya función
social es la de mantener un orden de consumo y explotación derecursos que van en contra de
la sostenibilidad. Como han señalado diferentes autores, la tolerancia no es un fin en sí mismo,
ni necesariamente buena, es simplemente un instrumento más a utilizar en la construcción de
un modelo de sociedad justo y progresista, pero que debe traducirse en intolerancia cuando
sus fines van contra la justicia y el bien común. Es decir, lo que se está debatiendo es
qué tipo de sociedad y qué forma de justicia son las más adecuadas para establecer un
modelo real de sociedad sostenible, en la que el acceso universal a los recursos sea
posible sin esquilmar los recursos y atender a las necesidades de todos los seres humanos,
incluidas las generaciones futuras.Para el ciudadano ecológico la Naturaleza es su modus vivendi,
imprescindible e insustituible. Existe como única condición de posibilidad para poder
ser plenamente humano, condición previa necesaria para ser ciudadano. El poder
legislativo constituido es el de la Naturaleza y sus representantes humanos tienen
como misión interpretarla y aplicar sus leyes en el respeto de las futuras generaciones,
los otros seres vivos y la Naturaleza en su totalidad. Para el ciudadano ecológico,
la Naturaleza es la suma de las leyes eternas que no han sido establecidas por el hombre,
pero que el hombre debe respetar no solo por necesidad sino también por formar parte
de su propia esencia.Podemos decir, en otras palabras, que tener en cuenta a la Naturaleza
y sus leyes es la condición previa ineludible para desarrollar toda sociedad
humana. Somos parte de ella y no al revés, como venimos pensando en Occidente desde hace siglos.