Es tentador culpar al cónyuge cuando se siente enojado, desilusionado, aburrido o presionado, y es fácil creer que su pareja debe transformarse para que mejoren las cosas.
Cuidado: tratar de cambiar al otro lo pondrá a la defensiva y usted se convertirá en el malo de la película. ¿El resultado? Nadie cambiará, nadie asumirá su responsabilidad, todos serán infelices. Y echarle la culpa a su cónyuge significa ignorar el 90 por ciento bueno que tiene.
Para arreglar las cosas, quien necesita cambiar es usted. Si logra reconocer sus propios defectos y valorar a su pareja, sucede algo mágico: aumenta el optimismo. Su cónyuge se siente apreciado y ambos se ven motivados a modificar sus actitudes para ser más felices.
Un buen consejo es adoptar la filosofía japonesa que celebra la belleza de la imperfección o wabi sabi. La próxima vez que su pareja haga algo que le moleste, respire hondo y recuerde que las intenciones de su pareja son buenas, aunque la ejecución no lo sea. Del mismo modo, no pase por alto lo positivo.
Todos los días de este mes elija algo que le guste de él o ella, y dígalo: “Mi esposa es considerada” o “Mi esposo me hace reír” y piense en un hecho específico que lo respalde: “Me lavó el coche ayer” o “Si estoy triste, me anima con su buen humor”.
Finalmente, no se abrume por sus propias imperfecciones. A veces nos culpamos por todo lo malo que pasa, y eso puede paralizarnos. Piense en sus propias virtudes, convénzase de que las tiene y ponga ejemplos: “Soy considerada: ayer le di a mi marido la última galletita” o “Soy sincero: le digo a mi esposa lo que pienso”.
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