Diversos estudios nos demuestran que la presencia de un gato o un perro en el hogar es buena para la salud. Entre el humano y su animal se desarrolla una relación afectiva generalmente muy armónica, que convierte a su mascota en un amigo y un confidente.
Otras investigaciones han demostrado que los animales devuelven la sonrisa a una persona deprimida, estimulan el carácter social de alguien que es tímido, ayudan a controlarse al que sufre impulsos violentos, ayudan a bajar la presión arterial a los hipertensos y a relajar a las personas nerviosas.
Por increíble que parezca, otra de las ventajas que nos aportan estos animales es la capacidad de aceptarse a uno mismo. Su amor siempre es incondicional y no distinguen entre los bajos y los altos, los feos y guapos o entre ricos y pobres.
Un reciente estudio publicado en el American Journal of Cardiology descubrió que los dueños de gatos tenían significativamente menor probabilidad de morir dentro del período de un año después de un ataque cardíaco que aquellos que no tenían. La investigación explicaba que acariciar a un gato o escuchar su ronroneo, supone tener una vasodilatación de las arterias y vasos periféricos que favorece la relajación.