Pensé que nunca iba enojarme con mis hijos. Y lo hice.
Pensé que jamás iba a discutir con mi marido enfrente de ellos.Y lo hice.
Pensé que a mí no me iban a tener que llamar cinco veces para que vaya a ver qué necesitan, pero me pasó.
No estaba en mis planes olvidar comprarles o conseguirles cosas para el cole. Y fallé.
No estaba en mis planes convertirme en una máquina de repetir lo mismo día a día, pero así soy hoy.
Pensé que iba a tener la misma cantidad de fotos de cada uno de mis hijos, pero no fue así.
Juré recordar cada momento de sus vidas, cada primer paso, primera comida, primera palabra, pero no pude.
Estaba segura de que jamás iba a llegar tarde a buscarlos en el colegio o en un cumpleaños, o llevarlos el día que no era con el uniforme incorrecto, pero lo hice. Todo lo hice.
Yo, la "súper mamá", iba a encontrar siempre una palabra justa para las preguntas de mis hijos: no pude y muchas veces respondí "porque no", "porque sí" o "después vemos".
Yo hoy no juzgo a otras, ni por buenas ni por malas. Porque cada mujer es un mundo y cuando se convierte en madre sigue siendo esa persona que era un minuto antes con toda su carga y ahora con la tarea de criar a esta persona tan especial.
Cada una lo hace a su modo, con sus formas y con sus tiempos, todas aprendemos de todas, apoyándonos, con solidaridad, con comprensión, con amor. No juzgues a otras madres, así como no quieres que te juzguen a vos.
-Luciana Torres -
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