Nuestra alma elige los padres y las circunstancias de nacimiento por
razones muy precisas. Venimos a experimentar una serie de vivencias para
sanar una serie de heridas, y así integrar la personalidad con el alma.
Venimos a aprender a aceptar y amar incondicionalmente partes de
nosotros que hasta ahora han vivido ignoradas y con miedo. Somos
atraídos hacia padres con heridas como las nuestras para recordarnos qué
hemos venido a amar.
Aprender a aceptar nuestras heridas es aprender a ser responsables y a
amarnos incondicionalmente, y esa es la llave para la transformación y
la sanación del alma.
¿Te has dado cuenta que cuando acusas a alguien de algo, esa persona
te acusa a ti de lo mismo?. Verifícalo con la otra persona, y aparte de
sorprenderte, verás cómo te liberas de juicios.
No aceptar nuestra herida, sentirnos culpables, con vergüenza o
juzgarnos, es atraer circunstancias y personas que nos harán sentir esa
herida no aceptada. Aceptar la herida no significa que sea nuestra
preferencia tenerla; significa que, como seres espirituales que elegimos
vivir la experiencia humana para espiritualizar la materia, nos
permitimos experimentar esa herida sin juzgarnos y aprender de la
experiencia. Mientras haya miedo, hay herida y hay un juicio o creencia
que bloquea su sanación. Cuando aprendemos a aceptar nuestras heridas
estamos desarrollando el amor y estamos espiritualizando la materia.
La sanación se produce totalmente cuando nos aceptamos a nosotros. El
perdón hacia uno mismo es lo que finalmente nos sana, y para eso hay
que aceptar que uno mismo es responsable de todo lo que le ocurre, y
aceptar que ha acusado a otros de hacer lo que uno mismo hace a los
demás. En el fondo, todos somos humanos, y aceptar nuestras limitaciones
es lo que nos hace humildes y nos permite descubrir nuestra herencia
divina.
Las cinco heridas del alma más comunes son:
– El rechazo
– El abandono
– La humillación
– La traición
– La injusticia
No necesariamente tenemos las cinco heridas. Con humildad y
sinceridad cada cual puede reconocer sus heridas. Reconocer nuestra
limitación humana es el primer paso en el proceso de sanación. Si nos
cuesta identificar nuestras heridas es porque nos ocultamos tras una
máscara, que se construyó para no ver ni sentir esa herida.
LISE BURBEAU