1 No vayas y no te arrepentirás (de haber ido)
Dicen que vas a quedar mal. Antisocial. Arisco. Rarito. Lo que quieran pero la comida/cena de empresa,
esa costumbre reciente convertida en ley bíblica por algún complot de la patronal hostelera española,
es una pesadez hipócrita, una tregua inservible en la selva laboral, un alto el fuego de seis horas en el
que es fácil quemar todo el prestigio acumulado durante un año entero de interpretación laboral impecable.
No pasa nada por no ir. Te ahorras dinero, hipocresías, resaca y el horror de vivir ridículos propios o ajenos.
2 Primer motivo para no asistir: Todo es mentira
Es mentira. Lo cierto y real es lo de los restantes 334 días del año, una vez restados los 3o de vacaciones
¿Los rechazos, las incomprensiones, los odios, las fobias y los piques desaparecen por arte de magia en
una noche de menú concertado? Eso no se lo cree nadie. Mañana, todo volverá a ser igual.
Entonces ¿para qué? Ya tenemos bastantes rituales hipócritas en la vida para añadir uno más.
3 Segundo motivo: Para comer mal siempre hay tiempo
Como en toda mesa con más de dos, de cuatro comensales, la posibilidad de comer una porquería
hecha y mal presentada, de que haya garrafón en el plato, el vaso y la copa, son mucho más elevadas.
Pagas algo más que en cualquier cita del resto del año para disfrutar menos.
4 Tercer motivo: Corres el riesgo de hacer el ridículo
Carreras enteras se han hundido en un karaoke, por una broma inoportuna, por un exceso intolerable cuando
la autora beoda tenía el maquillaje ya picassiano, cuando el autor borracho hablaba de forma ininteligible con
un faldón de la camisa por fuera del pantalón. Admitamos que las mayores exhibiciones de impertinencia
e incapacidad las hemos visto en este tipo de encuentros. Y marcan para los restos.
5 Cuarto motivo: Peligro mortal de sincerarte
Los efluvios del alcohol producen desinhibición. La desinhibición, sinceridad. La sinceridad es un desastre.
Al personal se le ven las costuras. Se cae la careta y todo queda al descubierto. Los pelotas se elevan a
babosos en la cena de empresa. Los raros, ya resultan insoportables.
Los sinsangre sufren bajadas de tensión arterial a la tercera copa. Los protestones, agrupan todas las
quejas del año. Los amargados pueden romper a llorar en cualquier momento ¿Quién tiene ganas de
vivir ese infierno emocional?
6 Quinto motivo: Puedes meter la pata liándote con alguien
Por la misma relajación neuronal del apartado anterior, las posibilidades de encuentro sexual/romántico
inesperado se multiplican. Muchos líos, incluso en los casos más graves que degeneran en matrimonio,
han comenzado en una de estas comidas o cenas. Infidelidades, confesiones de amor contrariado,
ataques de lujuria pasajeros y no correspondidos, ridículos espantosos.
El trabajo y el amor casan regular. Hasta la historia del cine trata de avisarnos constantemente a través
de mil películas, de 'El Apartamento' de Billy Wilder en 1960 a 'El lobo de Wall Street' de Scorsese en 2014.
que evita la ocasión, evita el peligro.
7 Sexto motivo: Es una ruina innecesaria
Es un sacaperras descomunal. Todo el mundo aprovecha que te coge blandito y generoso para colarte
una papeleta del equipo del niño, proponerte algún escote estúpido, venderte un último décimo y sacarte
invitaciones que, en tus cabales, jamás harías. Incluso hay gente capaz de comprarse algo para presumir
noche.
Un disparate. El resultado final es que ibas pensando que te gastarías poco más de los 30 euros del infecto
menú y, con las copas, vuelves con un agujero en la cartera que supone el triple. Justo en la temporada anual
de tirar dinero de la forma más estúpida posible.
8 Séptimo motivo: Eres un antipático y no vas a cambiar
Por si esto no fuera poco, no deberías ir a la cena de Navidad por coherencia. Eres una persona siesa,
desagradable, impopular, introvertida, aburrida, aguafiestas y solitaria todo el año ¿A qué viene abandonar
esas condiciones durante una tarde, una noche?
P.L La voz digital
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