Percibir la desoladora sensación de no ser valorado o apreciado por aquellos con los que mantenemos
un vínculo estrecho y
significativo constituye uno de los problemas emocionales más devastadores que existen.
Lo es, en especial, si lo vive un niño respecto a sus progenitores y lo es, por supuesto, cuando mantenemos
una relación de pareja
y la otra persona nos hace sentirnos solos, desatendidos y faltos de brillo ante sus ojos.
Las personas necesitamos sentirnos valorados y nutridos en cuanto a atención, consideración y afecto.
Si lo que percibimos no es rechazo sino un mero vacío o la baja calidad de un vínculo que no se ve reafirmado,
nuestra autoestima se verá dañada.
Reaccionar ante estas situaciones no es nada fácil. No lo es por una sencilla razón: porque la persona que lo
sufre suele ser
reticente a admitirlo y quien favorece el vacío o la carencia afectiva tampoco lo admite.
A.D.