¿A quién no le gusta besar y ser besado? Los besos son muy importantes en las relaciones de pareja, pero también tienen un papel destacado en otros ámbitos de la vida. Jesús de la Gándara, psiquiatra y autor del libro El planeta de los besos, asegura que “buena parte de nuestra felicidad depende de que podamos relacionarnos, y los besos son quizás el símbolo de relación más elaborado y sofisticado que tenemos los seres humanos”.
“El beso tiene siempre una función comunicativa, puede ser erótica, de vinculación familiar, social, de saludo, de respeto”, añade De la Gándara. Y detalla que los hay de tres tipos: el primero es el beso de saludo, que cumple una función social. “Sirve para reconocer al otro, para darle una carta de aceptación”, explica. Otro tipo es el familiar, que expresa “cuánto quiero a mi niño, a mi mamá, a mi padre. En estos casos –apunta–, nos damos besos para certificar ese amor”.
Y “luego está el beso de pareja en el contexto de la relación sexual, la cuestión erótica”. Sin embargo, en una pareja se dan los tres tipos de besos. De hecho, los humanos somos los únicos animales en los que los besos tienen esos tres significados.
“Para muchos animales –explica–, picotearse tiene una función de reconocimiento o, a veces, de estimulación erótica. Pero en el ser humano todo es más complejo y podemos tener besos de muchos tipos, con muchos significados y fines. Por eso son tan importantes para nosotros”.
¿Pero sirven para algo los besos? Por supuesto. El principal beneficio es su función de apaciguamiento, pues evitan situaciones de tensión, de riña o de enfrentamiento entre las personas. “La función de aplacamiento de tensiones que tiene el beso es extraordinariamente buena. A mi modo de ver es la primera, por encima, incluso, de la función erótica”, afirma este especialista, jefe de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos (España).
Asimismo, recalca que los besos “mejoran la comunicación emocional entre las personas”. Desde el punto de vista fisiológico, el beso “desencadena una tormenta bioquímica en el cerebro a una velocidad altísima. Va directo al cogollo del cerebro y activa sustancias implicadas en el placer y la recompensa: feniletilamina, catecolaminas, oxitocina, dopamina, endorfinas… Por eso crean adicción y, también por eso, son tranquilizadores y euforizantes”, apunta el experto.