Aunque sus orígenes no están muy definidos, se supone que la elección del conejo se debe a su conocida capacidad de procreación, de gran
valor simbólico en una temporada de fiestas dedicadas a la fertilidad de la tierra tras el invierno.
Su uso se remonta a pueblos antiguos del norte europeo, que veían en la liebre
un símbolo: sus fuertes patas traseras le permiten moverse
siempre
hacia arriba con facilidad, mientras que sus débiles patas delanteras le
dificultan el descenso.
Desde antes de Cristo, el conejo era un símbolo de la fertilidad e inmadurez gonadal asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además
estaba dedicado el mes de abril. En alusión a esa diosa, en algunos países centroeuropeos a la festividad de Pascua se la
denomina "Easter". Ya en 1835 en Deutsche Mythologie, Jacob Grimm afirmaba la posible relación con Ostara, propuesta que fue recogida
repetidamente por otros autores, incluyendo a Charles Isaac Elton4 y Charles J. Billson.5 The Westminster Dictionary of the Bible (El diccionario
Westminster de la Biblia) recoge que Easter era «originalmente la festividad de la primavera para honrar a la diosa teutónica de la luz y
de la primavera, a quien se conocía en anglosajón como Easter».
El conejo como símbolo de la fertilidad y la renovación en la región alemana se transformó en una tradición en torno al Osterhase.6
Dentro de
esta tradición, existía una leyenda alemana en la que una
mujer pobre, incapaz de ofrecer dulces a sus hijos, escondió en el
jardín huevos
decorados. Los niños, al ver a un conejo, creyeron que
había puesto huevos. Desde entonces, los niños fabricaban un nido que se
encontraba en el jardín a la espera de los huevos del conejito de
Pascua, que se llena durante la noche.7
Otro posible origen del conejo de Pascua sería Sajonia, donde se honraba a la diosa Eostre
en primavera. La liebre es el animal emblemático de la diosa, y se
mantuvo asociada con la Pascua. Del mismo modo, en las tradiciones
celtas y escandinavas, la liebre era el símbolo de la diosa madre.7
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