La relación entre madres e hijas es un lazo que se nutre de la complicidad
y la fortaleza. Pocos vínculos pueden ser tan intensos y complejos
a la vez como el de esa mujer que educa a su niña deseando ser su pilar cotidiano,
su refugio, su cómplice pero a la vez, esa figura capaz de ofrecerle libertad
para que encuentre su propio camino, el que ella desee.
Tener una hija es un regalo, un tesoro valioso al que ayudar a crecer, a madurar en libertad y felicidad,
porque ser madre de una niña es descubrir fortalezas que no sabíamos que albergábamos…
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