Una de las partes más importantes de
nuestra vida es la infancia. Es allí donde se construyen los cimientos
de una
mente saludable y de un corazón limpio. De este modo, algunas
actitudes de los padres dejan una huella para
siempre: a veces positiva,
a veces negativa, pero la mayoría de las veces profunda. Estas son 5 de
esas conductas que
los hijos pocas veces.
Los hijos jamás olvidan el maltrato
Ninguna relación es perfecta y mucho
menos una tan intensa como la de los padres con sus hijos. Siempre habrá
momentos
de contradicción o de conflicto y eso es algo perfectamente
normal. Lo que cambia es la manera de sortear esas
dificultades y,
lamentablemente, muchos padres asumen, equivocadamente, que el maltrato
es una herramienta para educar.
Puede que con el maltrato se logre
intimidar a un hijo para que haga exactamente lo que el padre quiere.
Pero también
esos malos tratos se convertirán en el germen de la falta
de autoestima y en una fuente de rencor. Ponen al niño en una
situación
muy compleja: ama y odia al mismo tiempo. También aprende a temer. El
corazón de un niño es muy
susceptible, y si se hiere de manera constante
con el tiempo se convertirá en alguien insensible.
El trato que se le da al otro padre
La relación entre el padre y la madre es
el patrón de que parte el niño para forjar una actitud frente a las
relaciones de
pareja. Es muy probable que, consciente o
inconscientemente, de adulto repita con su pareja lo que vio en casa
entre sus padres. Antes probablemnte lo repita con las personas que
quiere.
Piensa que los conflictos entre los
padres generan angustia en el hijo. Una de las posibles consecuencias
será que se
meterá en problemas solamente para atraer la atención de
unos padres, quienes no le atienden porque están
centrados en el
conflicto que mantienen. Además, disfrutará o no de las relaciones
afectivas en base a esos patrones
aprendidos.
Los momentos en que se sintieron protegidos
Los miedos de los niños son más grandes e
insidiosos que los de los adultos. Los pequeños no logran distinguir
bien la
frontera entre realidad y la imaginación. Los padres son las
personas en las que más confian para obtener la sensación de
seguridad
que necesitan para aprender y explorar lo desconocido. Así, si son los
padres los que causan este miedo
van a sentirse totalmente
desprotegidos.
Los padres deben escuchar con atención
esos temores, sin criticarlos, ni minimizarlos. Deben hacerles entender
que no se
encuentran en peligro. Esto incrementará el sentimiento de
seguridad de los hijos y hará mucho más fuerte el vínculo de
amor y de
respeto con los padres.
La falta de atención
Para un niño, el amor que le profesan
sus padres está intimamente relacionado con la atención que reciben de
ellos. Para los hijos no
existen expresiones de afecto tales como
trabajar más de la cuenta para poder pagarle un colegio caro. Ellos no
creerán que tú los
amas si no compartes tiempo con ellos para conocerlos
y estar al tanto de su mundo.
Los hijos nunca olvidan que el padre o
la madre les regalaron una camisa verde, cuando habían dicho hasta la
saciedad que quería
una morada o que prometió algo que jamás cumplió. Lo
experimentan como una suerte de abandono, como un mensaje que
dice: “no
eres suficientemente importante”. Por eso quedará una huella de dolor
en sus corazones.
La valoración de la familia
Los hijos van a recordar siempre que su
padre o su madre fueron capaces de poner como prioridad a la familia en
distintas
circunstancias. Los niños necesitan y disfruta de las
celebraciones, no importa si es con más o menos regalos. También para
ellos
es muy importante que el padre y la madre tomen en serio la
Navidad.
Si los padres ponen a la familia por encima de todo, el hijo aprenderá el valor de la lealtad y del afecto.
De adulto, también
será capaz de dejar de lado otros compromisos para
ir a ver a sus padres cuando ellos lo necesiten. Se sentirá compensado y
tendrá
mayor capacidad para dar y recibir afecto.