El legado que me dejó mi abuelo no se mide en bienes materiales, ni siquiera en viejos relojes detenidos o en fotografías en blanco y negro.
El autentico regalo fue el tiempo compartido, los lentos paseos arrastrando hojas secas del colegio a casa, el sabor del chocolate que guardaba en su bolsillo o las horas frente a un mar en verano del que conocía mil historias. Mil relatos que cabalgaban entre la realidad y su inventiva.
Los abuelos son ese vínculo tan intenso entre generaciones encargados de trasmitir valores, de educar desde las emociones, desde la experiencia y una serena complicidad. Son parejas de juego, confidentes y consejeros. El papel de abuelo tiene múltiples facetas básicas en nuestra sociedad.
Nosotros, llevamos un poco de su sangre y, de algún modo perpetuamos su legado con nuestra generación, no obstante, aún hay muchos más aspectos que nutren este vínculo y que va más allá de un código genético en común.
El rol del abuelo y el rol de la abuela
Este dato resulta curioso a la vez que cierto en la mayoría de los casos. Según diversos estudios de gerontología y psicología familiar, el papel que ejercen los abuelos suele ser diferente del que llevan a cabo nuestras abuelas.
Ellas son pura dedicación, cuidado y atención. Son ellas quienes se preocupan de nuestra alimentación, de nuestro bienestar, ellas quien en cierto modo, más centradas están en la realidad y en el día a día con tal de ser útiles. Los abuelos, por su parte, proporcionan ese conocimiento del pasado y un legado personal que trasmitir a los nietos a través de mil historias, de mil relatos que los niños atienden con los ojos despiertos y el corazón encendido.
A los niños les encanta escuchar historias, conocer su origen, ver el mundo desde la mirada sabia del abuelo y la abuela. Es una sabiduría única que se perpetua de generación y generación y que nunca se olvida.
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