Yo soy una creación amada de Dios. Afianzado en esta conciencia, afirmo que la prosperidad es mi herencia divina. Creo en la toda-suficiencia de Dios como mi fuente y provisión.
Mi vida está llena de la bondad divina. En mis oraciones diarias, doy gracias a Dios como la fuente inagotable de toda vida. Siento gratitud por la energía sanadora que fluye por medio de mi cuerpo. Recibo con beneplácito la paz que me envuelve si aparecen retos. Expreso una gratitud llena de gozo porque mis necesidades son satisfechas plenamente.
Como un imán, esta práctica de gratitud atrae todavía más abundancia hacia mí. Cada buen deseo de mi corazón es cumplido.
Y Dios es poderoso como para que abunde en ustedes toda gracia, para que siempre y en toda circunstancia tengan todo lo necesario.—2 Corintios 9:8
Expresamos curación y renovación constantemente —mente, cuerpo y espíritu— ya estemos conscientes de ello o no. Tanto en la hora más intensa de actividad física como en la quietud del descanso, estamos siendo renovados.
Hemos sido creados con la capacidad para sanar. Sin embargo, somos aún más. Habiendo sido creados a la imagen y semejanza de Dios, somos seres espirituales —expresiones eternas e infinitas de Dios. Al cooperar con esta verdad, vivimos la verdad de quienes somos.
Nuestros pensamientos de salud y fortaleza son mensajes poderosos que nos alinean con nuestra naturaleza misma como creaciones de vida. Somos creaciones siempre en renovación gracias a la Vida infinita.
Los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.—Lucas 9:2
D espierto una fuente de gozo en lo profundo de mi corazón cuando le permito fluir. Me visualizo como un canal del Espíritu, listo y presto a expresarse adondequiera que voy y en todo lo que hago.
Al enfocar mi atención en la abundancia interna, noto cómo fluye: primero como un arroyo y finalmente como una cascada de energía positiva y provechosa. Demuestro gustosamente mi generosidad al mundo para el beneficio de todos. Estoy consciente de las oportunidades que tengo para compartir este caudal de energía. No existe oportunidad demasiado pequeña para expresar bondad y generosidad. Acepto cada momento con gozo y como un encuentro sagrado con el Espíritu.
Cada uno debe dar según se lo haya propuesto en su corazón … Dios ama a quien da con alegría.—2 Corintios 9:7
Me preparo para recibir a medida que doy sin esperar nada a cambio.
Con unos momentos de respiración consciente, recuerdo la importancia de dejar ir para poder recibir. De manera parecida, en mi vida cotidiana me preparo para recibir cuando estoy receptivo al dar.
Hago espacio en mi corazón y en mi vida para recibir amor, compasión, comprensión, y dar de acuerdo. Esto puede ser una práctica consciente que, a la larga, se convierte en parte de mí.
Mi intención es sincera, porque no doy para recibir. A medida que doy sin pensar recibir nada a cambio,
Cuando hago del descansar en la quietud parte de mi rutina, acojo las circunstancias de la vida con fe y fortaleza ilimitadas. Siento gratitud por mi práctica callada de oración. Gracias a ella, mantengo el balance y la fortaleza emocional aún en los momentos más difíciles.
La fe me permite perseverar con optimismo y esperanza inmutables. Incluso cuando tengo ante mí una larga lista de cosas por hacer, procedo con gozo y vigor. Completo con éxito cada actividad esencial. Cuando trate de alcanzar sueños aparentemente imposibles, ejercitaré mi fe y determinación dadas por Dios.
No me distraigo ni desaliento por todo lo que debo hacer. Confío en la fortaleza del Espíritu, la cual es la esencia misma de mi ser.
¡Busquen el poder del Señor! ¡Busquen siempre a Dios!—1 Crónicas 16:11