“Yo me encargaré de modelarlo”, profirió con arrogancia el martillo,
mientras se burlaba de sus compañeros que habían fracasado. Pero después
de varios golpes se le quebró el mango y se le desprendió la cabeza.
“¿Me permiten probar?, inquirió humildemente una pequeña llama. Los
tres se rieron a carcajadas, pero se lo permitieron porque estaban
convencidos de que también iba a fracasar. Sin embargo, aquella llamita
cubrió el pedazo de hierro; no se desprendió de él, lo abrazó y lo
abrazó hasta volverlo blando y darle la figura que quería.
Aquella pequeña llama logró lo que las otras tres poderosas herramientas no pudieron alcanzar. Así es el amor.
Hay en el mundo corazones tan duros que pueden resistir los hachazos
de la ira. Los dientes del encono, y los golpes de orgullo y del
rechazo, pero por más severo que sea el corazón de la persona, no podrá
resistir los embates del amor; porque el amor es la fuerza más poderosa
de este mundo.
Autor: Desconocido