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Si
por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me
regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero, en
definitiva, pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que
valen, sino por lo que significan.
Dormiría
poco y soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos
perdemos sesenta segundo de luz. Andaría cuando los demás se detienen,
despertaría cuando los demás se duermen, escucharía mientras los demás
hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate…
Si
Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces
al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
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Dios
mío, si yo tuviera un corazón… Escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría
a que saliera el sol.
Pintaría
con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción
de Serrat sería la serenata que le ofrecería a la luna.
Regaría
con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado
beso de sus pétalos...
Dios
mío si yo tuviera un trozo de vida... No dejaría pasar un solo día sin
decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer de que
ella es mi favorita y viviría enamorado del amor.
A
los hombres, les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de
enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
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