La Biblia narra la historia de Salomón, un rey cuyo reinado no estuvo libre de retos. Sus esfuerzos para resolver problemas por sí mismo tuvieron distintos resultados. Mas él aprendió que gracias al espíritu de Dios, él contaba con gran sabiduría. Del mismo modo, el espíritu de Dios en mí es mi respuesta ante cualquier reto, brindándome guía y sabiduría.

Si estoy ansioso por cosas y sucesos, esto puede provocar un bloqueo en mis logros espirituales. Mas puedo eliminar dicho bloqueo apartando mi atención de la incertidumbre y llevándola a la verdad profunda en mí.

No importa lo que mi ego me diga, no hay absolutamente nada que temer cuando vivo la verdad de que estoy aquí en una asignación espiritual.

La Biblia narra la historia de Salomón, un rey cuyo reinado no estuvo libre de retos. Sus esfuerzos para resolver problemas por sí mismo tuvieron distintos resultados. Mas él aprendió que gracias al espíritu de Dios, él contaba con gran sabiduría. Del mismo modo, el espíritu de Dios en mí es mi respuesta ante cualquier reto, brindándome guía y sabiduría.

Si estoy ansioso por cosas y sucesos, esto puede provocar un bloqueo en mis logros espirituales. Mas puedo eliminar dicho bloqueo apartando mi atención de la incertidumbre y llevándola a la verdad profunda en mí.

No importa lo que mi ego me diga, no hay absolutamente nada que temer cuando vivo la verdad de que estoy aquí en una asignación espiritual.

Todo lo que sucede en el mundo a nuestro alrededor es una extensión de lo que sucede en cada uno de nosotros. Nuestras creencias individuales son parte de la conciencia colectiva del planeta. Mis pensamientos y sentimientos crean ondas de energía que se expanden fuera de mí. Otros sienten esa energía y la comparten. Mi conflicto interno contribuye al conflicto general, y mi paz permite que la paz aumente. Cada vez que aprovecho la oportunidad de sanar algo en mí, promuevo la curación del mundo.

Con esto en mente, elijo ser un canal para la paz. Con propósito comparto mi conciencia de la energía divina, permitiéndole que resplandezca de mí hacia lo externo, afianzando la realización de paz duradera.