Un hombre había plantado una rosa y la regaba constantemente para que creciera bien. Antes de que la planta floreciera, la observó detenidamente. Entonces, notó espinas sobre el tallo y pensó: "¿cómo puede una flor que será tan bonita estar rodeada de espinas tan afiladas?"
De pronto, sintió una profunda tristeza y rehusó regar la rosa y, antes de estar lista para florecer, la flor murió.
Y esto sucede con muchas personas. Dentro de cada alma existe una rosa: son las cualidades dadas por Dios. Dentro de cada alma tenemos también las espinas: son nuestros fallos.
Muchas veces, cuando miramos en nuestro interior, vemos solamente las espinas y los defectos. Nos desesperamos al pensar que nada bueno puede venir de nuestro interior. Nos negamos a regar el bien que hay dentro de nosotros y, consecuentemente, morimos. No somos capaces de observar nuestro propio potencial.
Algunas personas no ven las rosas dentro de sí mismas, y por eso es necesario que alguien las muestre. Uno de los mayores dones que una persona puede poseer es ser capaz de ignorar las espinas y encontrar la rosa dentro de los demás. Esta es la mayor característica del amor.
Se capaz de mirar a una persona y conocer sus verdaderos fallos, pero, aun así, aceptar a esa persona en tu vida, mientras reconoces la belleza en su alma y la ayudas a darse cuenta de que puede superar sus aparentes imperfecciones.
Si hacemos que personas sin esperanza perciban la rosa de su interior, podrán superar sus propias espinas. Sólo así podrán florecer de la manera más bonita, muchas, muchas veces. Por lo tanto, sonríe y descubre las rosas que existen en tu interior y en el interior de las personas que amas.
"Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor; pero la más excelente de ellas es el amor.". (1 Corintios 13:13)