Cuando los hijos se van de casa, suele ser
un momento complicado en la vida de la pareja.
En ocasiones, puede desarrollarse el llamado
síndrome del nido vacío.
Las emociones que experimentan (tristeza, soledad, vacío)
y la sensación de incertidumbre, como si la vida
perdiese su sentido, son difíciles de asumir.
Sin embargo, "estas emociones son relativamente
normales y muy frecuentes en las familias
y suelen ser pasajeras, se van diluyendo
con el tiempo si el proceso de adaptación
a la nueva situación familiar
"la pareja tiene que reinventarse de nuevo
y evolucionar al igual que evoluciona la vida de
sus hijos haciéndose mayores y adaptarse de una
forma positiva al cambio. Si la pareja no se adapta
adecuadamente corre el riesgo de romperse,
ya que durante muchos años se ha mantenido
unida únicamente a través de los hijos".
Para aprender a vivir esta nueva vida,
encajando los sentimientos positivos
con los otros no tan buenos como la nostalgia
o la pena de que tu hijo no viva ya contigo,
es importante, reconocer y aceptar que,
aunque sea ley de vida, la pérdida produce dolor.
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