¿Por qué no protegemos a los animales feos?
CÉSAR-JAVIER PALACIOS 20 DE MAYO DE 2011
Somos una sociedad estética. El arte, el paisaje, las relaciones sociales
están directamente influidos por el concepto de belleza,
esa extraña percepción sensorial que nos empuja a amar
lo hermoso y rechazar lo feo.
Inconscientemente aplicamos la misma dicotomía al medio ambiente,
centrando la mayor parte de nuestros esfuerzos conservacionistas
a la protección de las especies más bellas y espectaculares,
pero discriminando a las menos agraciadas. Según un estudio realizado
por la Universidad de Pretoria (Sudáfrica) [Species inequality in scientific study],
existe una marcada tendencia dentro de la comunidad científica internacional
a elegir como objeto de estudio especies caracterizadas por su encanto.
Encabezan la lista los grandes mamíferos amenazados, seguidos por las aves,
algunos reptiles y unas pocas plantas con flores espectaculares, mientras que
los insectos, pequeños mamíferos o peces igualmente en peligro de extinción
reciben mucha menos atención y, por consiguiente, muchos menos fondos.
Entre el oso panda y la víbora hocicuda siempre
ganará el bonito peluche
, a pesar de que, como ya decía Confucio,
“cada cosa tiene su belleza, pero no todos la pueden ver”.