Una persona, noble por naturaleza –aunque todos nacemos Ángeles, al decir del dúo Buena Fe- nos comentaba por correo la forma en que la navidad hermosea las relaciones, más allá del utilitarismo comercial que bien aprovechan los vendedores para agenciarse sus ganancias. Quién sabe si los sociólogos pudieran con el tiempo encontrar alguna respuesta a esa reacción – quizás un reflejo condicionado- que nos hace sentir especialmente más cariñosos, tiernos y necesitados de expresarlo y demostrarlo.
Es la navidad, más allá de la leyenda y las creencias, un acto motivacional de humanización colectiva que presupone el envío de hermosas tarjetas con frases acarameladas, que algunos podrían considerar cursi, pero que nos provocan cierto revuelo infantil en nuestro interior, tal vez sea la repuesta a tantos productos comunicativos que invocan catastrofismo, tragedias, dolor y violencia a nivel mundial. Lo cierto es que se trata de varios días, ojalá durara más el elogio a la ternura, en que el universo es cruzado de punta a punta por palomas, arbolitos y frases gentiles.
Puede que al traspasar la línea de las creencias cada quien inconscientemente desee materializar una buena acción de amor al prójimo y encuentre en la fecha el momento más apropiado, con la esperanza de saldar la culpa de los silencios, esos que no siempre nos hacen manifestar los abrazos de palabras. Bienvenida la navidad, si al menos en ella podemos decir sí a los versos- canción de Silvio en su Cita con ángeles: Pobres los ángeles urgentes que nunca llegan a salvarnos. ¿Será que son incompetentes o que no hay forma de ayudarnos? Para evitarles más dolores y cuentas del sicoanalista, seamos un tilín mejores y mucho menos egoístas
Zenia Regalado