Siempre se habla de tres regalos, pero fueron más.
Melchor, rey de los persas es el venerable anciano de barbas blancas
que le llevó al Niño: muselina, púrpura, piezas de lino y oro.
Gaspar, rey de los indios, un joven barbilampiño (después barbudo),
le llevó: preciadas especias, nardo, canela, cinamomo y el oloroso
incienso.
Baltasar, rey de los árabes, de rostro fuscus (“oscuro” en latín),
y que con el paso de los años se hizo claramente africano a partir
del siglo XV, le llevó: oro, plata, zafiros, piedras preciosas,
perlas y mirra.
La simbología de los regalos es la siguiente:
Con el oro se representaba el poder y la riqueza del Niño y
con él se reconocía que había nacido el más grande, el Rey.
Con el incienso, usado tradicionalmente como símbolo de adoración,
se daba a entender que se reconocía al Dios Verdadero.
Con la mirra se representaba el dolor y la capacidad humana
del Dios hecho Hombre.