Romper las reglas
Ponerse un disfraz es una forma de saltarse normas que
no nos gustan. En el Carnaval de Venecia, que empezó a cobrar
importancia a partir del siglo XVII, la nobleza se ponía
máscaras para mezclarse con el pueblo llano.
Esto les permitía sentirse iguales y actuar sin
preocuparse de que los demás los juzgaran por
la diferencia económica.
Ser quien se desea
El disfraz permite expresar ideas y sentimientos que en la vida
diaria tenemos reprimidos por miedo a ser rechazados.
Asumir otro rol hace que olvidemos nuestras limitaciones
personales y que podamos sacar a la luz nuestro
‘yo ideal’. Esto explica que personas
muy tímidas tiendan a mostrarse más extrovertidas
cuando llevan una máscara.
Canalizar el miedo
El Carnaval también es una forma de salir de la rutina.
Durante la Edad Media servía para
oponerse al tono serio, feudal y religioso que existía.
Igual que entonces, su divertido
ambiente hace que seamos espontáneos y olvidemos
las preocupaciones.