Multitud de plásticos de todo tipo acaban en el mar, creando en algunas zonas islas artificiales de residuos. En contacto con el agua y expuestos a la luz solar, esos polímeros se degradan liberando unos aditivos perjudiciales para el medioambiente.
La investigadora Cristina Romera (Jaén, 1982) se encarga en el Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) en Barcelona de analizar las condiciones que favorecen la migración de esos compuestos orgánicos de los microplásticos al mar.
Por ello, la científica acaba de obtener la beca International Rising Talent del programa L’Oréal-UNESCO For Women in Science.
Con este premio, ha sido seleccionada como una de las 15 jóvenes investigadoras más prometedoras del mundo. “Estoy muy contenta porque la carrera de científica es bastante dura y muchas veces no vemos nuestro trabajo reconocido. Esto es una motivación para seguir”, cuenta a SINC.
El reconocimiento da visibilidad no solo a su trabajo, sino también al problema de la contaminación por plásticos en el mar. “Además, crea concienciación en la sociedad”, recalca.
Millones de toneladas de plásticos navegan a la deriva en el mar. ¿Qué ocurre realmente una vez que llegan a los océanos?
El plástico no es puro, tiene aditivos, y cuando está en contacto con el agua empieza a soltar esos compuestos. Incluso con la degradación se suelta monómero –molécula simple– del plástico, que forma los polímeros. Cada año se liberan 23.600 toneladas de carbono orgánico disuelto del plástico que entra al mar.