Al ver el trayecto de mi vida, puedo recordar momentos de enfermedad y de salud, de conflicto y de alegría, de necesidad y de prosperidad. En momentos de reto, puedo haber sentido restringida mi libertad. La clave para experimentar mi libertad está en cómo percibo mi vida.

Puedo decidir apartar mis pensamientos de los ritmos transitorios de la vida y alinearme con la luz divina en mi interior. Al hacerlo, aprecio la promesa infinita de todo lo creado. Encuentro oportunidades para expresar gratitud.

Cuento mis bendiciones y celebro mis logros. Veo que cada desafío tiene el potencial para el crecimiento y tomo tiempo para vincularme y apreciar mi propia naturaleza ilimitada. ¡La luz de Dios en mí me recuerda que yo soy libre!

Siguiendo las enseñanzas de Jesús, amo a mi prójimo como a mí mismo. Para ser una verdadera presencia de amor, cultivo la conciencia de que yo soy un ser espiritual facultado para amar y ser amado. Practico el amor propio cuidando de mí mismo. Aparto tiempo para sosegarme y reflexionar. Puedo hacer ejercicios caminando o pasar un momento agradable con un ser querido.

Hago aquello que me hace sentir alegre y vivo. Al cuidar de mí mismo tengo más amor para dar. Comparto atentamente con otros. Ofrezco mis dones, habilidades y talentos donde se necesiten. Ayudo a mis vecinos, comparto mi tiempo y mis tesoros con otros y escucho con atención a mis seres queridos.

Así como la vida avanza en orden divino, mi vida progresa guiada por el Espíritu. Me detengo, me aquieto y abro mi mente hacia una dirección nueva. Mi intuición me guía por el sendero que me lleva hacia mi propósito. Me siento seguro de la guía divina. Invoco todo el conocimiento que necesito para elegir sabiamente y hacer lo que me corresponde.

Mientras prosigo en esta nueva dirección, las puertas de oportunidad se abren ante mí. Entro por esas puertas con valor y confianza. Mi corazón me dirige claramente hacia el siguiente paso de la evolución de mi alma. Con el espíritu de Dios como mi guía, no tengo miedo. Mis pasos son seguros, mi corazón está satisfecho y avanzo con confianza y resolución.

Al enfocar mi atención en mi mundo interior, mi conciencia aumenta y descanso confiando profundamente en Dios. Este Espíritu divino eterno me ofrece la seguridad de que todo está realmente bien. Dejo ir y permito que mi vida esté a tono con esta Presencia divina.

Mis momentos de oración y reflexión ayudan a que tenga presente mi identidad espiritual y aprecie la vida desde un lugar de fe. Aquí descubro plenitud y satisfacción en lo más profundo de mi ser. Mi corazón encuentra consuelo gracias a este sentimiento sereno de paz. Me siento instado a nutrir el amor en mi corazón. Cualquiera que sea el camino, donde quiera que vaya, encuentro consuelo en la seguridad de que yo soy la amada expresión del Espíritu infinito.

Tomar tiempo para descansar y recargar mi energía es una parte esencial de mi práctica espiritual. Puede que piense que sentirme descansado tomará toda una semana o que necesito redecorar mi hogar para estar cómodo en mi entorno. Mas cuando elijo ver mi mundo por medio de los ojos de la presencia crística, todo cambia; mi perspectiva se renueva.

Todo se siente vibrante y nuevo cuando tomo tiempo cada día para descansar en Dios. Oro, medito, hago un paseo a pie disfutando del paisaje o paso un momento en mi jardín apreciando el azul del cielo. Incorporo nuevas actividades cada día que me ayuden a apreciar todo lo que Dios ha creado.

Aferrarse a la ira, el miedo y el resentimiento es como llevar un montón de ladrillos a todas partes. Cada uno agrega su propio peso, y si no estoy dispuesto a liberar algunos de ellos, la carga se vuelve insoportablemente pesada. Perdonar no solo me permite soltar el peso, me ayuda a usar los ladrillos para crear una base sólida de curación y crecimiento.

Libero el poder que le he dado al pasado. Dejo ir el dominio que les permití a otros tener sobre mis sentimientos. Suelto el juicio sabiendo que solo sirve para desalentarme. Respiro profundamente, disipando mi dolor un ladrillo a la vez. Con mi creciente fortaleza, valor y seguridad, creo un terreno sólido y me deleito en la libertad del perdón.

Hoy ofrezco el regalo de la oración. Permanezco consciente de que mi perspectiva positiva bendice a mis seres queridos, especialmente cuando se hace difícil ver más allá del reto presente y mantener la fe. Al dejar ir sentimientos de duda o temor, mi espíritu es alentado.

Mi esperanza se torna en la certeza de que el bien mayor será revelado. Pienso y hablo positiva y afirmativamente. Mis pensamientos apoyan las metas de aquellos por quienes oro. Mantengo una visión alta para todas las personas por quienes oro. Sé que cada una es una expresión de Dios llena de luz, vida y amor. Afirmo sabiduría ilimitada y salud perfecta para ellas sabiendo que son amor en acción.

Cuando la oscuridad proyecta sombras en mi vida o en las vidas de mis seres queridos, invoco la luz divina que vive en mí y se expresa como yo. Así como la luz del sol ilumina el cielo y todo lo creado, la luz de Dios ilumina mi mente, hace resplandecer mi alma y da calor a mi corazón.

Incluso durante los momentos más oscuros de la vida, la luz de Dios brilla en mí, y también brilla en el corazón de todas las personas. Al entregarme con gozo a esta luz, encuentro la fortaleza y el poder para superar todo desafío. Mediante actos de servicio y bondad, yo puedo ser la luz que ayuda a guiar a otros a través de un momento oscuro. Cada sonrisa, palabra amable, obra atenta y mano amiga tiene el potencial de iluminar el día de alguien.