NUBES
Se reunió aquella noche con las nubes
más tétricas de un cielo ausente.
Las despedidas nunca tienen piedad,
sólo saben sacar trapos sucios
olvidando los daños que pueden causar.
Se había prometido a sí misma
superar el alma rota y unir los trozos
de su corazón hecho añicos.
Tenía que volver a soñar, y para ello,
fue esencial sentir la necesidad de renacer;
hallar el sentido para aferrarse de nuevo
al mundo, algo tan sencillo y complejo a la vez.
Pero el mundo le sobraba...
No es fácil sostenerse en pie
cuando el oxígeno no te sirve para respirar
y el aliento no es más que vaho humedeciendo los espejos,
sin embargo, era señal de que aún vivía.
Superó cada tarde de cine que pasó
entre sus brazos y las noches—refugiada
en sus besos—frente a la barra de un bar.
Sobrevivió al recóndito escondite
de su cuerpo y a sus ojos ávidos de deseo;
a los desayunos en la cama y cenas improvisadas.
Poco a poco se aislaron los recuerdos
de su entorno, y la libertad sin más
le tendió la mano; ella se la tomó con calma.
Las nubes se fueron alejando
y echó la vista atrás.
Detrás de la bruma no quedaba nada...
«No es la primera vez que el amor se esfuma», pensó.
Levantó la mirada y sufrió un esguince
en sus ojos, pero lo volvió a intentar.
Había padecido un percance en sus pupilas,
en cambio, ya no era la mujer vulnerable
que aquel hombre hizo llorar...sangre tibia.
Fátima Rojo
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