Aunque popularmente se cree que estos animales son propios de la costa del Río de la Plata, Bryant sostiene: “La mayoría de ellas se ubican en una franja en el centro de San Isidro que comprende la parte alta del barranco y el Ferrocarril Mitre. Desde Martínez a Punta Chica hay muchas, así como también en las Lomas de San Isidro, La Horqueta y el Hipódromo”.
Con certeza, el guardaparques asegura: “No se pueden sacar a las comadrejas de las casas”. Y continúa: “Estamos hablando de un animal muy territorial que ni siquiera vive en pareja: se junta, se aparea y se separa. Al ser pariente del canguro, nace y se mete al marsupio. Viaja unos siete días colgando del pelo de la madre, alcanza su desarrollo y, después de esa semana, empieza a buscar su territorio”.
Muchas veces, su espacio elegido es el jardín de alguna casa sanisidrense. Y aunque no acostumbra a ingresar a los hogares, durante el verano puede hacerlo si está asustada. “Sacar a una comadreja del patio, implica tener una nueva a los 10 días. Es su territorio y viven ahí incluso desde antes que los vecinos lleguen a esa casa. No son peligrosas y tratan de evitar el contacto con los humanos. Pero, cuando entran a los hogares, los guardaparques de la reserva de San Isidro vamos para moverla hasta el jardín. No la llevamos a otro lado porque ese es su lugar”, insiste Bryant quien remarca que “si a algún vecino no le gusta verlas, lo ideal es no dejar comida afuera”.
La mayoría de las veces aparecen por las noches dado que son marsupiales de costumbre crepuscular y nocturna. Bryant recomienda: “Cuando se dejan ver de día, sugerimos que no las molesten. Seguramente están estresadas ante el acoso de la gente que las miran y les sacan fotos. Es mejor dejarlas y al otro día se van solas. Al sentirse amenazadas, abren su boca, muestran su enorme paladar blanco y hacen un ladrido seco. Pero si se ven acorraladas, entran en un estado catatónico. Parecen muertas durante horas”.
La fauna silvestre se encuentra protegida por ordenanza en San Isidro y los vecinos lo respetan al pie de la letra. “En general, en zona Norte, se suelen armar guerras entre residentes porque algunos las cuidan y otros las quieren matar. Pero en San Isidro no sucede, todos las quieren y se preocupan”, remarca. Y comenta: “En el Barrio Parque Aguirre, detrás del CASI, la gente nos cuenta que se sientan a tomar el té al aire libre y le ponen un platito de comida a su comadreja para disfrutar de verla comer. Ya son como propias y se preocupan si no aparecen”.
El responsable de la Reserva de San Isidro describe: “Comen insectos como cucarachas, arañas y alacranes en cantidad. También se alimentan de huevos de los nidos y roban miel, todo les viene bien. Son muy proliferas: viven solo dos años pero en ese período tienen muchos cachorritos”.
A pesar de estar lejos de ser una plaga, algunos buscan la manera de deshacerse de ellas. “Cuando nos preguntan cómo se pueden hacer para exterminarlas, les aclaramos que ellas estaban antes, que son prehistóricas. No tiene fundamento querer matarlas. Aunque son los menos, a veces no se ve lo positivo de las comadrejas. No son ratas gigantes como se cree, todo lo contrario, está demostrado que no son vectores de ningún tipo de enfermedad. Aunque son de sangre caliente, su temperatura no supera los 32 grados y no transmiten rabia”, cierra Willy.