Los microplásticos pueden provenir de residuos de envases, bolsas o botellas de gaseosas que se degradan por acción del aire, agua y se fragmentan en pequeños pedazos menores a 5 milímetros (microplásticos secundarios) o de diferentes productos que contienen plásticos de ese tamaño que son añadidos intencionalmente, como los cosméticos y artículos de higiene personal (microplásticos primarios). Se calcula que en total representan un promedio de 0.95 millones de toneladas por año. En el caso de los microplásticos provenientes de cosméticos éstos alcanzan las 35 mil toneladas por año.
“Este es un primer paso fundamental para empezar a poner un freno a la contaminación por plásticos frente a los volúmenes que crecen cada año e inundan los océanos. Mucha gente desconoce que Argentina es un gran emisor de plásticos al mar y es necesario avanzar en soluciones como esta ley recién sancionada que contó con el apoyo e impulso de muchas organizaciones”, sostuvo Lorena Pujó, responsable de Economía Circular del Círculo de Políticas Ambientales”.
Por su parte, Manuel Jaramillo, directos general de Fundación Vida Silvestre Argentina señaló que “La crisis del plástico en la Naturaleza es una preocupación global, junto con la demanda social de que los gobiernos y las empresas muestren liderazgo y tomen medidas decisivas. Por eso es fundamental que comprendamos el impacto que el sistema productivo genera ante esta problemática, y que fomentemos medidas que generen cambios concretos, porque estamos consumiendo partículas de plástico a través del agua y del aire. Alcanzar esta ley permitirá empezar a construir una realidad orientada a revertir las tendencias actuales, que ponen en riesgo nuestra salud y la del planeta, para generar también cambios con consecuencias positivas en las formas de consumo”.
Diversos estudios han detectado microplásticos en todas las matrices ambientales en suelos y aguas superficiales y profundas en los ambientes marinos más remotos. La ingestión de estas microesferas por parte de organismos marinos representa un riesgo a la salud humana que recién está comenzando a estudiarse, dado que se acumulan e ingresan en la cadena alimentaria. Ya se han detectado microplásticos en diversos mariscos y peces de consumo humano, pero también en alimentos y bebidas como sal, cerveza, miel y agua, entre otros.
“En el ambiente marino los microplásticos pueden actuar como transporte de diferentes químicos, incluidos tanto aquellos utilizados para la fabricación de los productos plásticos, así como también los contaminantes ambientales que pueden adsorberse a la superficie del plástico durante su uso y permanencia en el ambiente marino. Además de sustancias químicas, los plásticos pueden también ocasionar la diseminación de especies exóticas invasoras y patógenos. El hallazgo de microplásticos en diferentes especies marinas destinadas al consumo humano, en especial los mariscos, genera una creciente preocupación por los potenciales efectos adversos en la salud humana que puedan ocasionar”, remarcó Diego Albareda, veterinario (UBA y UNSAM) en el Ecoparque de la Ciudad de Buenos Aires.
Debido a la dificultad de su tratamiento, la solución que avanza a nivel mundial en materia de microplásticos añadidos a diferentes productos es su progresiva prohibición: ya han entrado en vigor prohibiciones previstas a microperlas añadidas intencionalmente en cosméticos en varios países como Italia, Irlanda, Suecia, India, Canadá y Francia. Otros países han dado pasos en el mismo sentido, por ejemplo, China, que anunció planes para prohibir la producción de cosméticos que contengan microperlas de plástico antes del 31 de diciembre de 2020.
De acuerdo a la nueva norma, la industria contará con un plazo de dos años para adecuarse a la misma y agotar su stock disponible, aunque la muchas de las marcas ya han avanzado en el reemplazo de estos ítems por opciones naturales.