Los ojos son ventanas del alma, y quizás no son solo ventanas, sí no, puertas interdimensionales, que dejan entrar y salir, luz, belleza, sombras y colores, ¡Alma e infinito!
Y como toda puerta al abrirse, deja salir de sí mucho más, antes de dejar entrar algo.
En la mirada, que es el nido de los ojos, nacen las ilusiones aladas, e incluso la magia cósmica, de la poesía amada, llega volando al corazón, por el cielo de la mirada.
Porque por medio de la mirada, se gesta ese poema visual, donde el alma sensible, quizás herida, encuentra paz, consuelo, ánimo y auxilio, contemplando y dejándose contemplar, por la noble y tierna flor, que no es otra más, que una estrella que duerme.
Pero también por la mirada, el horror y el espanto, encuentran camino hasta el alma, produciendo terror descarnado.
Que es capaz de matar ilusiones, sustituyendolas por pesadillas, que inventan infiernos, de fuego y agua, de ausencias y olvido, de culpas y remordimiento, y de odios ajenos y propios.
Y aún así la mirada y los ojos, son siempre gentiles y generosos, y siguen regalándonos, auroras y ocasos, llenos de luces y sombras, ¡Sin prejuicios!
Porque en la mirada siempre, comienza la vida, y en ella no se extingue, solo duerme, y se transforma en un haz de luz, que se vuelve eterno, en el universo.
Carlos Luis Molina Lara
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