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No hay fértil prado que de trecho en trecho no esconda del zarzal la espina aguda, ni hay venturoso pecho que no torture alguna vez la duda. No hay cúspide vecina al sol radioso que no envuelva la sombra algún momento, ni anhelo generoso que no hiera, glacial, el desaliento. Siempre hay una pasión que nos anima y un imposible que su afán refrena; no hay hombre que no gima, ni pueblo que no arrastre su cadena.
Esteban Borrero Echevarría
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